sábado, 18 de octubre de 2008

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CONSIDERACIONES EN TORNO AL MALTRATADOR:


— El maltratador, si nada ni nadie se lo impide, se va a defender siempre (difundiendo sus hipotéticas bondades) de que se le demuestre que maltrata.
— El maltratador recurrirá a una justificación de aprendizaje insoslayable o de cultura: “que eso le han enseñado”, “que todos o muchos ya lo hacen o siempre lo han hecho”, “que le identifica tradicionalmente”, “que la vida le ha enseñado sufrimiento y hay seguir con él, sin evitarlo”, “que el sufrimiento ya es intrínseco a la vida y, así, en esto, no hace falta concienciarse en el no causarlo gratuitamente”, etc.
— Para juzgar al maltratador sólo es suficiente las pruebas o demostraciones de que lo es, esto es, hechos de maltrato (y más si son reincidentes), no lo que dice (puesto que todos van a embellecer sus decires); por ejemplo: si yo apaleo a una mujer, pues ya no me sirve lo que haya DICHO en toda mi vida (mis decires no son válidos, ni aunque los lleve a televisión, ni aunque los haga elegantes propósitos o lemas de respeto, ni aunque los repita una y mil veces para parecer correspondencias dignas de una ética).
— El maltratador desea fervientemente respeto porque él se cree que respeta (que no se le insulte a él de su maltrato, sí, o sea, que se le deje pasar o se le consienta: para que siga maltratando impunemente -o sin recibir una reacción de indignación- con sus cuentos de respeticos maravillosos). Así, se sugestiona -obsesivamente- en el: “se me insulta”.
— El maltratador se refugiará en la bulla (en la prisa para que no se profundice en lo que hace), en la frivolidad (o en el pasotismo) y en el calor de la multitud: “esto es del pueblo”(tomando la palabra por él), dirá, “esto es de hombres”, “esto es propio de los de mi sangre o familia”, etc. Es natural considerando que el ser humano es un ser social, que mejor se defiende buscando prosélitos, actuando socialmente como sea o en jauría.
— El maltratador ya da por hecho que su maltratado sufre a un mismo nivel que él y, además, que es necesario que sufra porque ÉL sufre.
— Todo ser vivo (un organismo) utiliza otros para alimentarse (no puede alimentarse de lo inerte) y, puesto que esa es la primera regla natural, inevitablemente ha de seguirla; pero, el utilizar a otros para otra finalidad, sí es evitable. Es decir, que otros sufran porque pretende un pausado divertimiento o seudocultura, es siempre no imprescindible, sufrimiento caprichoso o evitable o gratuito. Por ejemplo: siempre “haré sufrir”comiendo algo vegetal o animal (orgánico), pero no siempre es inevitable “hacer sufrir” por otra finalidad.
— Los cómplices del maltratador: Éstos, cuando son muchos, y creyendo que siendo muchos pueden eludir ser cómplices, reaccionan (ante quienes les señalan de una vez por todas como miserables apoyos de un maltrato) con cinismo corporativista o con alineación represora (censurando... recursos humanos o desacreditando -intolerantemente- a rumoreo farisaico).
— Contra establecidas mentiras o prejuicios: El sufrimiento es consubstancial a la vida, pero hay sufrimientos que no (sólo son interesados; por ejemplo: el sufrimiento de la domesticación que sólo lo causa el ser humano, o el alargar la agonía por una incurable enfermedad). El respeto va en consideración (es una voluntad, una libre apreciación que resulta deferencia) a un juicio ético; por lo tanto no siempre hay que respetar todo a un mismo nivel in-diferentemente o por moda (que es necedad, insusceptibilidad o cinismo), sino en consecuencia a una valoración de dignidad por lo que ya se ha hecho o no se ha hecho de crueldad o de injusticia probable. Es decir, para que exista la virtud o capacidad juiciosa del respeto (respeto es moralidad y no se nace con él) debe aplicarse el no respetar ciertas acciones; sin rodeos, respetar es respetar merecimientos que nunca pasan por alto para quien sabe que debe reconocerlos (así pues, nunca puede respetar uno que no reconoce previamente, que no tiene en cuenta una realidad o un esfuerzo o a quien tiene razón -de seguida negándole o usurpándole los merecimientos que eso conlleva-).
— La verdad sólo se demuestra con reglas razonables (a la verdad nadie la defiende más que la razón; se encuentra terriblemente sola ante todo lo demás: tendencioso, hipócrita, buenista y desprotector de sublimaciones o de inviables expectativas).






LECTURA CRÍTICA (DESDE LA CREACIÓN ARTÍSTICA)


Sólo entendemos lo que la vida nos dice y, de lo que nos dice, sólo comprendemos aquello a lo que le prestamos atención, un interés, una escucha, un merecido reconocimiento de que innegablemente posee unos influjos en nosotros, que nos hacen o nos comportan. Así que, si queremos evitar o mejorar algo o simplemente respetarnos a nosotros mismos, es necesaria una escala de valores donde esto es esto y eso es eso, con y en un diferente reconocimiento crítico, frente a la frivolidad imperante, al todo vale, a la confusión y a la manipulación que, en suma, se deriva o se desencadena.
No, no existe ningún valor ético con ya manipulación: ni justicia ni paz, o ni siquiera libertad.
Y la creación artística, desde luego, no está al margen, debe ser lo más cognoscitiva posible: en emociones, en autocrítica y en criterios tanto propios o reconocidos del entorno.
Cada autor debe decidir, él antes y no los dictados convencionales o institucionales, una manera suya o personal de crear, de acuerdo más a lo que él piensa o a lo que él siente.
A nadie se le puede prohibir pensar, ni pintar si quiere pintar, ni -como Leonardo Da Vinci- quiere hacer ya las dos cosas al mismo tiempo.
No pongamos puertas al campo, si Alberti quiso ser autodidacta bien que hizo -¿acaso él impidió a otro ser misionero por ejemplo?-, si Octavio Paz quiso ser además un pensador bien que hizo y si Juan Ramón Jiménez quiso escribir para minorías bien que hizo pues, eso precisamente, eso en un pragmático vivir, es decidir propiamente o en libertad.



Ni el saber ni el arte tienen PROPIEDAD; así que nadie, absolutamente nadie es quién para prohibirlo intolerantemente a otro.


(Textos de 2004)
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